23 de julio de 2010

He retirado tantas piedras del camino...

........ este último año, que bien podría levantar con ellas un nuevo Muro de las Lamentaciones como el de Jerusalén. Un Muro edificado con los desgarros que envalentonan la desesperanza y cercena de raíz el ánimo. En el que el viejo Jeremiah, encontraría consuelo, y juntos, afligirnos como dos encantadoras plañideras que logran crear un río de vida con su caudal inagotable de lágrimas. Fuente de agua eterna donde emana la misericordia cristiana.
¿Saben que la Madre Teresa de Calcuta estuvo una larga y dolorosa época en su vida revestida de la desesperanza que San Juan de la Cruz llamase en su día, la noche oscura del alma?

Vino a pasar esto: la Luz áurea de Díos dejó de visitarla sin previo aviso, de sopetón, como se dice en Andalucía, pero…, cuando una persona ha sentido abrasadoramente el calor del Padre, es difícil que sucumba a la desesperación, al abatimiento henchido y preñado.
Podrás tener noches oscuras, incluso días mortecinos, pero siempre perdurará en su conciencia cincelada por el amor, que al final del túnel, seguirá ardiendo el aceite con la llama inmortal del Espíritu Santo.

Cuando comienzan a encabronarse los días de esta vida, y con ellos el desgaste de lo que creíamos inamovible, es bueno tener siempre en mente las palabras de Bernanos sobre la fe

¡No, no he perdido la fe! Esa expresión “ perder la fe”, como si se perdiera el monedero o un manojo de llaves, me ha parecido siempre un poco necia. Sin duda pertenece a ese vocabulario burgués, legado por esos tristes sacerdotes del siglo XVIII, tan habladores . No se puede perder la fe…. Algunas veces parece que se ha alejado, que subsiste donde yo no me he atrevido a buscarla; en mi carne, en mi mísera carne, en mi sangre y en mi carne perecedera pero bautizada."

Como escribía el franchute...



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Stabat Mater (Dolorosa)