7 de agosto de 2013

PLENITUD DE GRACIA DE SAN JOSÉ

Cada miércoles, día dedicado a la memoria y al amor al gloriosísimo y santísimo San José, un recuerdo especial suyo como homenaje al Papa Francisco por el amor y devoción que tiene al glorioso Patriarca, como lo demuestra especialmente, amén de otras muchas manifestaciones, por la homilía pronunciada en el día de su toma de posesión del ministerio Petrino el 19 de marzo, fiesta de San José. Y últimamente haciendo que su nombre sea pronunciado inmediatamente después de la Virgen María en las plegarias eucarísticas II, III, IV de la Misa. Esto supone una inmensa glorificación para San José y, pienso, un buen medio para propagar la devoción al glorioso Patriarca.




            A la Virgen María la saludó el ángel llena de gracia, cuando le anunció que iba a ser la Madre de Dios. Lleno de gracia saludamos a San José, que tiene un alma semejantísima a la de la Virgen María y a quien Dios unió en matrimonio con ella, matrimonio predestinado por el Señor desde la eternidad para acoger en él a su Hijo Encarnado, y que llevó  a cabo el Espíritu Santo, por el que se lo dio no “solo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad sino también para que participase por medio del pacto conyugal de la excelsa grandeza de ella” (RC 20). Y ¿cuál es la grandeza de María sino su plenitud de gracia?.


             Sí, San José está lleno de la gracia de Dios por el Espíritu Santo desde el seno de su madre: fue santificado en su seno y esa santificación fue debida a su condición de esposo de María y padre virginal de Jesús. El Espíritu Santo le llenó de su caridad, de sí mismo de una manera perfectísima. Hasta tal punto que no podía pecar voluntariamente, porque  la llenez de gracia y caridad y amor le impedían pecar. El que ha nacido de Dios no comete pecado…, y no puede pecar porque ha nacido de Dios,  dice san Juan  (Jn 3,9). San José fue afirmado en el bien de tal modo que durante todo el curso de su vida terrena no cometió ningún pecado actual voluntario. Por la ardentísima caridad se da el conocimiento de la verdad que excluye todo error.

            Además, esta plenitud de gracia y de caridad ataron la concupiscencia del pecado –el fomes peccati-  de modo que no pudiese caer en ella. Lo exigía la alteza de su ministerio, una vida de la más grande, amistosa y familiar intimidad con la Virgen María y con el Verbo encarnado. Y esta intimidad con la más pura que los ángeles y el más blanco que los lirios del valle exigía en José la mayor semejanza con su Esposa y con su Hijo Jesús en todas las virtudes pero especialmente en el candor de una integridad y pureza angelical. Y lo obró el Espíritu Santo llenándolo plenamente de su gracia y de su caridad.

            La confirmación en gracia de la santísima Virgen  María fue por divina providencia, impidiendo a su sensibilidad todo movimiento desordenado. Del mismo modo podemos decir que San José fue confirmado en gracia por Dios que no permitió que apareciese en él ningún movimiento desordenado de la concupiscencia. Así se explica que no haya cometido durante su toda vida pecado alguno voluntario inmortal ni venial. Todo santo.

            A lo largo de la historia de la historia de la Iglesia ha habido santos que han sido confirmados en gracia en un momento concreto de su vida. El caso de Santa Teresa que ella describe en las séptimas moradas y lo llama matrimonio espiritual en el cual Jesús le ha dado un signo sensible de esta gracia: la entrega de un anillo o una  palabra como esta: ya eres toda mía y yo todo tuyo.

            San Juan de la Cruz dice que la Virgen María desde el principio fue levantada a este alto estado (del matrimonio espiritual) y que siempre su moción fue por el Espíritu Santo, del que estaba llena (3S 2,10) Proporcionalmente San José estuvo también desde el principio lleno del Espíritu Santo y solo se movió por él; vivía una vida de santidad ajena a todo pecado. Su único motor érale espíritu Santo, que es amor y caridad esencial. En San José vivía en Espíritu Santo.