28 de noviembre de 2013

¿Por qué estoy en la red?



Ayer fue un día lluvioso y frío. Estaba trabajando en mi habitación cuando recibí un mensaje de Curas Online en el que se me preguntaba "¿por qué estás en la red?" y se me pedía que les enviara un vídeo breve con la respuesta.

Mientras lo pensaba he visto las rejas que están en mi ventana. Como vivo en un primer piso y mi habitación da a un patio interior, es necesario poner rejas para evitar las posibles intrusiones de extraños. Y con esa impresión he respondido a la pregunta tal y como podéis ver en el vídeo.

Después de habérselo enviado, me ha entrado algo de escrúpulos. ¡Quizá ese detalle de las rejas no tenía ningún sentido! ¡No vivo entre rejas! ¡Tampoco me siento así habitualmente! Luego me han venido a la memoria unas palabras que escribió san José María en su diario en los primeros años de la Obra y que recogió más tarde el venerable Álvaro del Portillo:
"Hay momentos en que -privado de aquella unión con Dios, que me daba continua oración, aun durmiendo- parece que forcejeo con la Voluntad de Dios. Es flaqueza, Señor y Padre mío, bien lo sabes: amo la Cruz, la falta de tantas cosas que todo el mundo juzga necesarias, los obstáculos para emprender la Obra, mi pequeñez misma y mi miseria espiritual... con querer eficaz... humanamente visto, no es poco: con luces sobrenaturales, es nada. Nada, ante la maravilla que supone este hecho: un instrumento pobrísimo y pecador, planeando, con tu inspiración, la conquista del mundo entero para su Dios, desde el maravilloso observatorio de un cuarto interior de una casa modesta, donde toda incomodidad material tiene su asiento. Fiat, adimpleatur. Amo tu Voluntad. Amo la santa pobreza, gran señora mía. Y abomino, para siempre, de todo lo que suponga, ni de lejos, falta de adhesión a tu justísima, amabilísima y paternal voluntad, seguro -soy tu hijo- de que la Obra surgirá pronto y conforme a tus inspiraciones. Amén. Amén". (Carta  del Prelado del Opus Dei, 19-III-1992, 54).
Y también me he acordado de esas páginas memorables en las que Jacques Philippe, describía el mundo interior de santa Teresita del Niño Jesús. A pesar de la estrechez o pequeñez de los lugares en que vivió, su vocabulario espiritual es impresionante: "horizontes sin fin", inmensos deseos", "océanos de gracias", "abismos de amor",  "torrentes de misericordia" y muchos más (Jacques Philippe, La libertad interior, Rialp, Madrid 2003, pp. 21-22).

Al saber que somos amados por Dios, nuestra vida adquiere una dimensión nueva y se abren efectivamente horizontes insospechados. Para eso no es necesaria la red. Es la gracia de Dios. Es muy elocuente el título con que Religión en Libertad expresa la conversión de un estadounidense: "le convirtió la belleza del catolicismo, que hizo acogedor el cuartucho en que vivía, tras divorciarse". El amor hace nuevas todas las cosas y "el tiempo es superior al espacio", como nos ha vuelto a recordar el Papa en la Evangelii Gaudium 22:
Hay una tensión bipolar entre la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El tiempo -ampliamente considerado-, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio.
 No es necesaria la red para hacer que el instante en que vivimos tenga valor de eternidad, pero qué duda cabe que las experiencias de la evangelización en la red nos hacen conscientes de una manera práctica de esa verdad que conocemos por la fe. Por eso estoy en la red.

Joan Carreras del Rincón