30 de abril de 2014

SAN JOSÉ, EL SANTO SILENCIOSO


        
    Una nota peculiar y característica de San José el justo, es el silencio. Le acompaña a lo largo de toda su vida, como le acompaña la justicia.. El Evangelio no nos conserva ninguna palabra suya, como nos las conserva de su esposa la Virgen María. Bueno nos conserva una que vale por todas las palabras y en la que se encierran todos los bienes y bendiciones: Jesús. En el momento de la circuncisión, a los ocho días de su nacimiento José, como le había mandado el ángel le puso el nombre de Jesús, el nombre sobre todo nombre.
Todo lo hace y lo vive en silencio. Cuando el ángel le dice en sueños que no tema tomar a María, su esposa en su casa, no dijo nada. Cuando le manda ir a Egipto para salvar al Niño de persecución de Herodes, sin pérdida de tiempo cumple la orden, pero no dice nada. Cuando le manda estar allí hasta nueva orden, el mismo comportamiento. Y así siempre. No dice nada pero hace. “En honor a la verdad José no respondió al anuncio del ángel, como María, pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa” (RC 4).
El silencio no es fundamentalmente ausencia de palabras, rumores y sonidos, es más bien. La capacidad y realidad de vida interior, profunda, reflexiva, es expresión de vivencia de honda vida interior y espiritual. San Juan de la Cruz dice que una palabra pronunció Dios, que fue su Hijo, y estas habla siempre en eterno silencio y en silencia ha de ser escuchada por el alma. Como dice San Ignacio de Antioquía, Jesucristo, el Verbo de Dios, nació del silencio de Dios.
Escuchar en silencio, es lo que hace San José. “El silencio –dice el Papa B. Juan Pablo II- descubre el perfil interior de san José de modo especial. Los evangelios hablan exclusivamente de lo que José hizo, pero en sus acciones descubrimos un clima de profunda contemplación, descubrimos que estaba en comunión continua con el misterio de Dios.
El silencio de San José es realmente inmenso, expresión de su grandeza de alma extraordinaria, de una santidad sublime. Es la expresión de su trato íntimo con Dios. El que vive muy dentro, está muy advertida en Dios, calla, porque cuando lo está, luego con fuerza la tiran de dentro a callar, la misma presencia y experiencia de Dios le está empujando a callar, porque esa misma intimidad con Dios le enseña que el silencio es mejor y más elocuente que las palabras le urge al silencio, clima y actitud para escuchar a Dios, que, como dice Santa Teresa, de las comunicaciones de Dios, se gozan en grandísimo silencio (7M 3,11), y las palabras de las sabiduría oyense en silencio (Eccle 9,19). “porque es imposible ir aprovechando, sino haciendo y padeciendo virtuosamente, todo envuelto en silencio” (San Juan de la Cruz)
Esta actitud de silencio es la que tiene anta Jesús y María que en ese silencio amoroso le van imprimiendo misteriosamente sus gracias en lo más profundote su ser ¡Cuántas veces no se quedó san José contemplando en silencio a su Hijo y a su esposa!
El siendo justo del Evangelio se refiere a toda la persona y a toda la vida de san José. De igual modo el silencio profundo e íntimo, como expresión clara de su sublime santidad, envuelve toda su figura y todos los momentos de su existencia.. El Papa B. Juan Pablo II expresamente lo afirma de su trabajo de carpintero. “También el trabajo de carpintero en su casa de Nazaret está envuelto ene l mismo clima de silencio, que acompaña todo lo relacionado con la figura e José” (RC 25) y observa en este silencio algo especial, peculiar de la persona de san José.
Cuando Pablo VI visitó Nazaret el 5 de enero de 1964 en una homilía invitaba a recoger algunas enseñanzas de la lección de Nazaret. “La primera enseñanza es el silencio. Como desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio en esta sociedad de tanto ruido, aturdimiento y tantas voces y tantas agitaciones. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas disposiciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad de una vida interior intensa, de la oración personal que solo Dios ve”. (Homilía). Dice San Juan de la Cruz que “el callado amor es el único lenguaje que oye y entiende Dios. Que por eso lo que falta, si algo falta, no es el escribir o el hablar, que esto ordinariamente sobra, son el callar y obrar. Porque, demás de esto el hablar distrae y el callar y obrar recoge y da fueraza al espíritu” (Cta 8). En el silencio y la esperanza está vuestra fortaleza (Is 30,15). A cuántas almas les hablaría Dios con gusto si estuvieran en silencio” (Santa Teresa), y el filósofo K. Kikegard escribe: “El mundo está mal. Si yo fuese  médico y me pidieran consejo, les diría: callad, haced silencio..

“Dejémonos contagiar –dice el Papa Benedicto XVI- por el silencio de San José. Nos es muy necesario en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la palabra de Dios”.    

P. Román Llamas,