2 de julio de 2016

MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA




Tener una Madre de esta categoría es tener lo más grande como Madre. Que la Madre de Dios sea también mi Madre es algo que no está a nuestro alcance ni merecimiento. Ser hijo de María es también ser hermano de Jesús. Y es que en la Cruz, Él nos la ha dado como Madre: “Después de recordar la presencia de María y de las demás mujeres al pie de la cruz del Señor, san Juan refiere: "Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "He ahí a tu madre" (Jn 19, 26-27).

Por eso, en Romanos, 8, 16-17; se dice: 16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, 17y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con El.

Es una gozada tomar conciencia de que María es también nuestra Madre. Tengo que reconocer que durante mi vida no he sido muy devoto a María. No es que no haya tenido para mí gran importancia María, pues es la Madre de Dios, pero no la he tenido muy presente. O, dicho de otra forma, no me daba cuenta de lo que me estaba perdiendo. Porque María es una Verdadera Madre, y si mi madre de la tierra la recuerdo, rezo por ella, también por mi padre, en todas las Eucaristías, y como Madre nos llena de caricias, de ternura; nos da consejos, nos protege e intercede, como hizo con aquellos esposos en Caná.

María es una Madre que nos cuida. Porque una Madre no deja nunca de preocuparse por su hijo y siempre está pendiente de cada uno de nosotros. Tenemos la experiencias de nuestras madres de la tierra, pues, ¿Cómo serán los cuidados de nuestra Madre María, Madre de Dios? No nos lo podremos imaginar. Sería de poco inteligente perdernos la oportunidad de hablar con María, de también pedirle consejos, protección, pareceres… María es una Madre, ¡y ya sabemos lo que significa y es una Madre!

Quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecerle a la persona que me invito a hablar de María. Me sorprendió, porque hablar de María supone conocerla muy profundamente, y eso no está al alcance de todos. Al menos de mí. Con Jesús, su Hijo, no es lo mismo, porque Jesús nos habla todos los días en el Evangelio. Nosotros solo tendremos que dialogar con Él y dejarnos iluminar con su Espíritu. Pero, María, su Madre, en el Espíritu Santo, nos puede ir dando pautas de su Misión, de sus actitudes, de su aceptación al plan de Dios, de su comportamiento, de sus esfuerzos…etc. María nos puede enseñar mucho. No en vano es la Madre Dios. No hay título mayor, y el ganarlo, por ser humilde, es la sabiduría más grande que podamos encontrar en este mundo.

Por eso, pidamos al Espíritu Santo que nos alumbre el camino que María nos ofrece como Mujer, sencilla y humilde, y que nos transmite con su obediencia y escucha atenta a la Palabra de Dios.