11 de enero de 2017

AUDIENCIA DEL PAPA FRANCISCO

El mundo nos tienta, pero su tentación, reflexionada y meditada, queda sin sentido, vacía y hueca. Porque la felicidad ofrecida por él es caduca, finita y sin esperanza. Todo lo que muere pierde su valor, porque la felicidad que el hombre busca es la eterna. Algo que se consuma es puro consumo y nada queda después.

Hoy, el Papa Francisco, pone el dedo en la llaga. Nuestra vida es vida cuando se llena de esperanza. Una esperanza puesta en Aquel en quien se puede esperar, porque su Palabra es Palabra de Vida Eterna. El Papa alude al salmo 115 y nos sugiere que lo leamos y meditemos. Una esperanza puesta en este mundo es una esperanza muerta. Leamos y reflexionemos lo que nos dice el Papa.





Queridos hermanos y hermanas:

La esperanza, esperar en el futuro, creer en la vida, es una necesidad primaria del hombre. Pero es importante que pongamos nuestra confianza en lo que verdaderamente pueda ayudar a vivir y dar sentido a la existencia.

La Sagrada Escritura nos advierte contra las falsas esperanzas que el mundo presenta, denunciando la paradoja de sus ídolos. El hombre, al buscar seguridades tangibles y concretas, cae en la tentación de las consolaciones efímeras —dinero, alianza con los potentes, mundanidad, falsas ideologías— que parecen colmar el vacío de soledad y mitigan el cansancio de creer.

El salmo 115 describe de modo sugestivo la realidad absolutamente fugaz de estos ídolos. Advierte que quien pone la esperanza en ellos termina siendo como ellos: imágenes vacías con manos que no tocan, pies que no caminan, boca que no puede hablar. No se tiene nada que decir, se es incapaz de ayudar, cambiar las cosas, sonreír, donarse, amar. El hombre en cambio ha de ser imagen de Dios, confiando y esperando en su gracia y bendición.


Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los invito a poner plenamente su confianza en el Señor para que de su vida brote la alabanza al Dios vivo y verdadero, que por nosotros nació de María, murió sobre la cruz y ha resucitado en la gloria. Muchas gracias.