14 de octubre de 2017

MARÍA, EJEMPLO DE APERTURA Y DÓCILIDAD A LA PALABRA

La mejor opción es convertirnos en esclavos del Señor. Hay muchas razones para ello. No se trata de ser esclavos en el sentido peyorativo de la palabra, sino de asumir que siguiendo la Palabra del Señor y dejándonos guiar por Él alcanzaremos la verdadera libertad que nos llenará de gozo y felicidad eterna.

El hombre busca el bien y la verdad. Eso todos los sentimos dentro de nosotros mismos y lo deseamos y buscamos, pero, intoxicados por el poder del mal y debilitados por nuestra naturaleza humana, limitada y pecadora, caemos en nuestras propias redes humanas, que nos hacen vivir contrariamente a lo que deseamos, buscamos y nos hace feliz.

El hombre nace esclavo. Esclavo de la voluntad de sus padres, de los que depende mucho tiempo. Está a merced de sus voluntades, caprichos y también pecados. Y eso tiene consecuencias sobre su vida. Por lo tanto, su esclavitud es de total dependencia. Pero, también, al crecer empieza a descubrir como su dependencia paterna y materna va trasladándose a otras dependencias que aparecen con su crecimiento y desarrollo. Algunas de ellas peligrosas y muy fuertes que esclavizan y destruyen.

Al final de su vida, a poco que reflexione, descubre que es presa de sus hábitos, apetencias, apegos y herencias. Experimenta que ha sido atrapado y que le es difícil deshabituarse de esas fuertes dependencias. Se da cuenta de su error, pero se siente débil para salir. Llega, pues, al convencimiento de su esclavitud. La vida es un peligro si se vive de esa manera, sobre todo, alejado de Dios. Porque, hay esclavitudes más suaves que no parecen hacer daño, pero te acomodan, te instalan en una vida mediocre y sin horizontes de verdadero amor que la gastan de forma inútil y mal desparramada.

Por eso, decíamos al principio, que la mejor opción es convertirse. Una conversión que empieza con nuestro Bautismo, y que arranca, un poco después con la Confirmación, ambos Sacramentos que se unen en la Eucaristía con la primera comunión. La iniciación cristiana, que se esconde a muchos que no llegan a descubrir su necesidad y su importancia, pues, ignorándola, equivocan su camino de búsqueda de felicidad.

María, nuestra Madre, nos enseña el camino. Ella tomó la mejor opción. Ella dijo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra. Sabia e inteligente lección. Dichosa y bienaventurada decisión, porque es la única que nos salva. Miremos a María con más devoción, porque es Madre que sabe guiarnos y lo hace por el buen camino. El único camino que nos lleva al encuentro con Jesús, Camino, Verdad y Vida. Amén.